En esencia, la productividad es
la cantidad de valor producido, dividido por la medida de costo (o tiempo)
requerido para lograrlo. Mientras esta ecuación parece simple en la
superficie, las estrategias para optimizarla han evolucionado dramáticamente en
el curso de las últimas décadas. La tecnología ha permitido un enorme avance en
productividad personal, las computadoras, el Internet y otros avances han hecho
posible, para un trabajador educado, producir más en un día de lo que antes
hubiera sido posible en un año. Es tentador llegar a la conclusión que, si los
individuos son capaces de hacer su trabajo mejor y más rápido, la productividad
general debe haber aumentado considerablemente.
Y aun así hay un problema. La
data sugiere que la productividad en general solo ha aumentado aproximadamente
1-2% al año durante el boom tecnológico. Con trillones invertidos en este
periodo ese porcentaje es difícil de imaginar. La hipótesis que surge es que
nos hemos estado enfocando en la clase equivocada de productividad y por lo
tanto en la clase equivocada de administración. Resulta que la productividad
emprendedora es diferente a la productividad personal. Esta diferencia
importa, y mucho.
Para poner un ejemplo
veamos a la compañía VoloMetrix (ahora parte de Microsoft)

Este es un gran número. Aun peor,
es de una magnitud mucho más grande de lo que la compañía esperaba. En
realidad, no tenían idea de cómo sus empleados empleaban su tiempo en relación
a una de las actividades que generaba más ganancias para la empresa.
Dicho esto, todo ese tiempo no
era necesariamente malo considerando cuantos ingresos se generaban a través de
sus socios. De cualquier forma, había correlaciones entre el tiempo invertido
en cada socio y el éxito de dicho socio.
Se vio detalladamente cada factor del proceso con la esperanza de
determinar si el tiempo empleado en cada socio pagaba dividendos. No lo hacía.
La conclusión fue que
aproximadamente un 50% del tiempo usado por los empleados en interactuar con
estos socios no tenía ninguna relación con el valor generado. Eso es un millón
de horas al año, o el equivalente a 500 empleados contratados a tiempo
completo. Todos los días ellos se
dedicaban a actividades que eran, en el mejor de los casos, redundantes.
Múltiples empleados en múltiples equipos interactuando con la misma gente en
las mismas compañías socias en una manera des coordinada.
Pero lo peor es que la mayoría de
estos empleados solo hacia su trabajo, y bajo cualquier medida, lo estaban haciendo
bien. Bajo una perspectiva individual, eran muy productivos, pero desde una
organizacional su productividad ameritaba a cero o menos. Este es un claro
ejemplo en como la medición de productividad personal no es suficiente.

La productividad individual es
una Buena meta a seguir. Pero un líder tiene que dejar de pensar en la
productividad a nivel personal. Es tiempo de empezar un cambio hacia una
mentalidad más organizacional y emplear herramientas que nos den una visión
completa de que trabajo de hecho se está realizando, donde está creando o no
valor, de cualquier forma, es uno mismo el que lo define. Ver la administración
desde esta perspectiva requiere una nueva mentalidad y no siempre será fácil.
El ejemplo planteado indica un entendimiento más profundo de lo que realmente está
pasando en el día a día y como tiene un amplio impacto en las estructuras
corporativas, procesos y equipos.
La meta final es una gran organización en que todo el conocimiento de sus trabajadores tiene un contexto complete, herramientas y apoyo para concentrar su tiempo en aquellas cosas que aporten más valor al negocio sin ser mitigados por presiones o burocracias. Eso es bueno no solo para las ganancias de la productividad general de la empresa, sino también para cada empleado que tendrá en claro aquello que es importante para el éxito de la compañía.